Tíbet y el crecimiento económico: Entre la realidad y la felicidad.

Últimamente se habla de la relación entre la felicidad y el crecimiento económico como una interacción casi proporcional. Si bien es cierto que estar bien económicamente y vivir en un país con un buen nivel de desarrollo son indispensables para la vida diaria, el que un país desarrollado o con muchos recursos de cualquier índole tenga una población feliz o conforme, es un tema debatible. En algunos casos, los países que presumen indicadores económicos óptimos presentan una relación inversa en la felicidad de la población o bien tienen indicadores altos de problemas de salud pública como el alcoholismo, violencia intrafamiliar y en el peor de los casos, de suicidio. He de confesarles que la razón detrás de esta entrada es precisamente el número alarmante de suicidios en China, que es igual de serio que en Corea del Sur, dos países con buenos indicadores.

En el Tíbet se ha visto una mezcla muy marcada de felicidad pero también de una tristeza indescriptible que los ha llevado a las auto-inmolaciones. Es un caso muy interesante porque demuestra las dos caras de la moneda: que la felicidad puede venir en una forma diferente a la material, y a la vez demuestra que la bonanza no es sinónimo de la felicidad. Anteriormente había mencionado que la definición de los derechos humanos para China es diferente en esencia a la definición que tradicionalmente vemos en los documentos oficiales y en la idea de lo que son per se, y la esencia de los derechos humanos para el Partido tienen que ver con desarrollo económico y una dimensión màs material. 

En esta entrada hablaré de este concepto distinto que prevalece en China y que irónicamente se ha reflejado de forma inesperada en la población, ya que los niveles de felicidad han caìdo desde 2005, extrañamente cuando se reportaba que el país estaba en su mejor momento de crecimiento económico sostenido. La segunda sección habla sobre el concepto peculiar que tienen en el Tíbet sobre la felicidad que viene en parte por la tradición budista tibetana y también por su cosmovisión y que constituye un contraste con la China que pintan en los indicadores y en las promociones para inversión extranjera. La última sección analiza este contraste entre la relación entre el crecimiento económico y la felicidad que en este caso, es inversamente proporcional. 

Según los reportes de algunos think-tanks como el World Economic Forum y el World Happiness Report como tal, China ha sido un caso peculiar porque el nivel de felicidad de la gente ha caído desde el 2005. Es extraño que los niveles posteriores a Tiananmen sean más altos que aquellos de los años venideros en donde se presenciaba un PIB creciente y una tasa sostenida de crecimiento económico en general. En este sentido, el World Happiness Report dedicó un reporte entero a la situación de China, y considero que destacan la desigualdad y el aumento del costo de vida para las personas así como el reforzamiento de las restricciones en lo que a libertades individuales se refiere. 

A pesar de las intenciones y compromisos  por parte del partido para mejorar la vida de los ciudadanos y proveer de oportunidades, la realidad es que el cambio de la mentalidad de las personas es algo que no se puede comprar. En este sentido, no es de mucha utilidad tener poder adquisitivo si no se ve el dinero como un medio para resolver problemas o mejorar la vida en ámbitos distintos al material. Es por esto último que muchos han buscado una alternativa en el ámbito espiritual, y el budismo tibetano les ha presentado esta oportunidad. 

El Tíbet ha estado sujeto a presiones que van màs allá de las que conocemos en Occidente, sobretodo por las diferencias en el sistema político y la idiosincracia pero la vida en el Tíbet va màs allà de el cuadro de una gran ciudad, porque la vida en los monasterios es muy diferente a la de las ciudades grandes en el resto de China. A pesar de que el gobierno ha invertido sustancialmente en tèrminos de infraestructura, la realidad es que ha perjudicado al medio ambiente y solamente la vida de unos pocos ha tenido mejoras sustanciales. La desigualdad se ve en todo el territorio en sí, pero el Tíbet es una de las zonas donde el problema està màs pronunciado. 

El énfasis de la política pública ha sido el intentar modernizar o urbanizar todo el país en pos del desarrollo y de la creación de una clase media incentivada al consumo interno. Mientras que la mayoría de la población Han ha tenido acceso a las nuevas oportunidades, otros grupos étnicos no han corrido con la misma suerte. En este sentido, no han servido de nada las grandes obras de infraestructura más que para mejorar la conectividad de la meseta con el resto de china y quizá en términos de rutas para el transporte de bienes y servicios, pero los índices de desigualdad y de infelicidad han sido un efecto colateral. Un país que ve a todos los miembros de su población con la misma prioridad vela por la mayoría de los intereses de la gente, no sólo por los intereses de un grupo en específico. 

Irónicamente, mientras que en el Tíbet efectivamente se habla de una medida lamentable y terrible como la auto-inmolación, los Han manifiestan su malestar en una forma más discreta pero no por ello menos triste, ya que el ámbito público es una cosa, pero el privado es una totalmente diferente. El mundo podría creer que gracias a la maravilla en la que se ha convertido China por el modelo híbrido de economía de mercado la gente se siente muy feliz con su situación. 

Lamentablemente no es el caso, ya que mientras que sí han habido mejoras tangibles en el acceso a la educación y oportunidades de trabajo, muchas personas viven bajo la presión constante de actuar como una colectividad en lugar de un grupo de individuos que tienen preferencias y hasta sueños diferentes. Aunque esta forma tan peculiar de interacción social parezca sencilla de entender, la realidad es que las personas están sujetas a presiones a nivel privado contra las que en muchos casos deciden rendirse. 

En el caso de los tibetanos, tomar una decisión tan triste como la de autoinmolarse revela un aspecto oscuro de una sociedad que ha crecido mucho en términos materiales pero que en términos de valores todavía tiene un largo camino por recorrer, y esto trae un nivel de frustración distinto al que presentan los Han, ya que los tibetanos tienen restricciones para practicar su religión o seguir sus tradiciones. Ambos casos muestran un contraste entre una sociedad con medios pero sin guía de para qué son y otra que tiene una base sólida de valores pero es abiertamente discriminada por no ajustarse a lo que 'el colectivo' manda.

China tiene el desafío de promover una sociedad más consciente en torno a los semejantes, el medio ambiente y los problemas como algo que es inherente a la sociedad y no como algo que se deba de ocultar en pos de la estabilidad. Esta búsqueda de consciencia en torno a los semejantes y a la vida en general ha llevado a muchos a buscar refugio en la tradición budista tibetana, y es que una de sus grandes fortalezas es esta base sólida de valores que sigue preevaleciendo en un pueblo que, a pesar de ser oprimido, no pierde la esperanza de un amanacer mejor, mientras que la otra sociedad está enfocada en evitar perder su esencia humana entre tanto énfasis en lo material. Bután por algo ha cautivado al mundo con la idea de un PIB que mida la felicidad. Los indicadores económicos y el crecimiento sostenido no sirven de nada si no hacen diferencia en la forma en la que las personas ven su vida y su existencia misma, pareciera que la felicidad es inversamente proporcional a los indicadores económicos. 

(c) Lisa Fiedler

(c) Yunnan Roads

(c) Here is Tibet




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