¿Una nueva diplomacia?

Despuès de mi algo enèrgica opinión sobre lo de Charlie Hebdo, (tengo muy presente que arrastrar el pasado no es la mejor manera de enfrentar el presente, sin embargo, dejar salir impresiones y opiniones, me ha ayudado mucho a cerrar etapas y a olvidar personas) y de estar enfrascada en discusiones sobre el tema de Medio Oriente y el Estado Islámico, regreso a escribir sobre uno de los temas que màs disfruto que es el del Tíbet. 

En esta ocasión escribiré unas cuentas ideas en torno a la invitación que hizo el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama a Su Santidad Dalai Lama al desayuno hace unos días. Probablemente se interpretará como un hecho paralelo a la política internacional, sin embargo, tomando en cuenta el cuadro actual en las relaciones internacionales, esta visita puede ser un inicio para un cambio eventual en la diplomacia, el cual espero, esté màs orientado al lado humano. 

La invitación del Presidente Obama a Su Santidad Dalai Lama, es un gran hecho cuyos precedentes podrían constituir un buen comienzo para un cambio en la forma de dirigir la diplomacia, o que al menos, puede servir como un buen ejemplo de que en temas de política exterior y soberanía, la última palabra la tienen los Jefes de Estado. El que Su Santidad haya sido recibido por el Presidente de una de las naciones màs influyentes en términos políticos y económicos, es un foco rojo para China, ya que implícitamente, se prueba que el poderío económico no lo es todo. 

Hay muchas maneras en las que se puede interpretar este hecho. Algunos pueden considerarlo como una maniobra clave para demostrarle al Partido Comunista que no pueden influir en decisiones de política interior o en las maneras de hacer política, o bien puede interpretarse como un gesto de buena voluntad y como algo estrictamente personal por parte del Presidente. Desde mi punto de vista, me inclino a la segunda opción, ya que al final, figuras públicas o no, un Presidente puede tener sus razones de querer invitar a cualquier persona (como las tuvo el Presidente Felipe Calderón cuando recibió a Su Santidad en México) con o sin el consentimiento de otros, sin embargo, los republicanos podrían verlo desde otro punto de vista, probablemente más táctico, ya que son de los críticos más radicales de China (y prácticamente de cualquiera que no sea como ellos).

El tema del Tíbet sigue siendo de suma importancia en el sentido de que es prioridad el que China imponga su visión y su voluntad para poder consolidar su idea de crecimiento y de fortalecimiento de influencia en el mundo. Lamentablemente, el ir hacia el pasado debería servir como razón suficiente para que el Partido Comunista tomara en cuenta que una de las fallas implícitas en el comunismo es el que no se puede mantener al pueblo aplastado (sin derechos humanos, sin ingresos suficientes, sin poder adquisitivo, sin oportunidades equitativas, sin distribución equitativa de la riqueza, etc.) por mucho tiempo. 

La idea  central en este argumento corresponde a la experiencia de la Unión Soviética, cuyo colapso se debió a bombas de tiempo interiores, entre otras cosas. En los años cercanos a la caída del Muro y al fracaso de la Perestroika y el Glasnost, la crisis económica y el descontento azotaron a la Unión, lo cual aunado a las presiones económicas y sociales en Alemania y en otras Repúblicas, llevaron al colapso. La experiencia del terrorismo de Estado también debería servir como un precedente. La ahora Federación Rusa sigue arrastrando las consecuencias, y la situación se pone cada vez más complicada por hechos adyacentes (como lo de Ucrania).

China actualmente está enfrentando una desaceleración que amenaza con crecer a pasos agigantados, y tan es un riesgo inminente, que han reducido las expectativas de crecimiento para este año. Es de sabios el considerar que la bonanza no dura para siempre, así como el hecho de que se necesita algo màs que recursos financieros y monetarios para tener influencia en la política internacional.  

En un mundo tan diverso y tan conflictivo no hay cabida para la complacencia de intereses particulares, sobretodo porque los problemas son sumamente complejos y por ende, no se puede resolver al gusto de todas 'las potencias', puesto entre comillas, porque ninguno de los países que se consideran 'poderosos' por los estudiosos tiene indicadores que expresen superávit comercial y presupuestal a la vez.

China se enfrenta con este y muchos otros problemas, ya que entre que las naciones están buscando la manera de solventar sus propias crisis y entre que buscan protegerse de más problemas, lo último que considerarían es dar gusto a las demandas particulares, aunque naturalmente hay excepciones, ya que sí hay naciones que han supeditado sus prioridades a los intereses de China por la gravedad de sus problemas estructurales. El caso de América Latina sin embargo, es diferente, ya que es màs un tema de que China necesita a la región que la región necesita a China, y en realidad con todo y los problemas en nuestros países, las economía funcionaba antes de la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio.

América Latina tiene ventaja comparativa, ya que como se ha visto en algunos casos (como en México en donde a pesar de los escándalos con Dragon Mart y la licitación del tren México-Querétaro) China presenta mucha insistencia en querer hacer negocios con los países de la región. Es razón suficiente para que los Jefes de Estado no se sientan intimidados y también para que no haya cabida a las amenazas, incluído el poner la consolidación de un tratado comercial dependiendo de si el país en cuestión acepta recibir a Su Santidad o no, o bien el de apoyar causas que son prioridad para el país como el tema de de los derechos humanos. La diplomacia presupone (o supone, ya que la realidad es otra) que los acuerdos generen el mayor beneficio posible, y este beneficio traducirse en manera multi o bilateral. En esencia, la diplomacia se trata de cooperaciòn, no de imposición,

La idea no es boicotear a China totalmente, ya que la población no debe pagar por la prepotencia de sus dirigentes, sin embargo, si se trata de defender el interés nacional, las naciones deben tomar en cuenta que la política exterior es parte de ello, y que nadie tiene autoridad sobre dicho tema más que el Estado. Nuevamente invoco el ejemplo de la Doctrina Estrada en el caso de México.

No debe dejarse de lado que las relaciones y acuerdos comerciales también tienen sus reglas, por lo que si una parte no cumple, entonces la validez de cualquier acuerdo se ve nulificada. Por último, nada ni nadie es indispensable, y eso también cuenta en términos económicos, es sólo cuestión de establecer prioridades, revisar números, y acordarse de las medidas anteriores a la entrada de China a la OMC. 
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